jueves, 30 de mayo de 2013

LA OBSESIÓN POR LOS CUERPOS DELGADOS


La anorexia nerviosa y la bulimia, ambas consideradas patologías severas,  han cobrado protagonismo en esta época, estimulado la moda de la figura delgada impuesta entre los jóvenes y en la cultura actual te exige.

La información que tenemos sobre el tema, ha ido tomando una  amplia difusión, sobre todo después de la cantidad de casos que alcanzaron niveles extremos. Hace ya algunos años, la moda de las dietas milagro se convirtió en un hábito en mayor medida femenino, que se instala con fuera en una edad cada vez más adelantada. Estas dos patologías se  manifiestan sobre todo en los adolescentes, que son más propensos a desarrollar estas enfermedades.
La anorexia nerviosa tiene el síntoma de anular el deseo de comer. Las estadísticas señalan una altísima proporción en adolescentes de 14 a 20 años. Estos adolescentes acuden a métodos como a laxantes, exceso de ejercicios físicos, dietas…parecen no tomar consciencia de que su delgadez se resalta y persisten en la idea de que están gordos y en la necesidad de seguir adelgazando. La mayoría son mujeres, aunque cada vez hay más casos en  varones.
Uno de los primeros símbolos que se dan en las mujeres es la  falta de los períodos menstruales. Son personas inseguras, con baja autoestima y con dificultad para definir su identidad. Algunas veces muestran rasgos obsesivos, lo que las lleva a hacer dietas desmesuradamente estrictas. Temen perder el control si dejan de hacerlas. Tienen otras tendencias como la mentira, el robo o la sexualidad.
Estos adolescentes llegan a perder el sentido de lo que tiene valor. Sólo aprecian un cuerpo delgado, que nunca alcanzan, para satisfacer todas las miradas.

Diferentes autores coinciden en que la aparición de estos trastornos viene dado por la familiar, ya   que encontraron las siguientes características en ellas: perfeccionismo, represión de las emociones  que expresan hostilidad , control de los adolescentes en sus actividades, gran exigencia académica y falta de privacidad.

Raquel Montero Hernández


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